Primeras hazañas

La aventura comienza el lunes 23 de Octubre, Jorge y yo preparamos unos bocatas (con embutido que iba a llevar pero prefiero no jugarmela en la aduana)  para los seis que nos disponemos a viajar durante 24 horas.  De tal modo tendremos algo que echarnos al estómago en Barajas, los hay de jamón y de lomo, buena manera de despedirnos.

LLega la hora de embarcar y la primera vez que viajas en Emirates aflora el Alfredo Landa que llevo dentro, no paro de ver qué me ofrece la tableta que tengo con un mando, juegos pelis, música...En mi asiento había una almohada y unos auriculares, de pronto el azafato trae una manta, luego nos ofrecen bebida y la cena, una ensalada muy arriesgada de lentejas, un trozo de queso cheddar, unas galletas cracker, un bollo de pan, pollo tikka masala y un postre de chocolate que se merecía un monumento. Después pasan con un carrito de bebidas y sin saber si me van a cobrar un ojo de la cara me pido un gin tonic.

Después de cenar me tiro un buen rato jugando con Jorge al hundir la flota, llegado un momento toca taparse con la mantita, ponerse una peli e intentar sobarse. Duermo fatal, unas tres o cuatro horas, la última de ellas en un estado de duermevela. Antes de aterrizar comentamos que nos vamos a llevar la manta, que mola mucho, pero momentos antes del aterrizaje el azafato (que había hablado con Keko del monstruo final del Zelda) pasa recogiendolas, luego viene a por los cascos, yo en cada momento le daba la almohada también, cuando vio mi insistencia la segunda vez me dijo, “you can keep the pillow forever”.

Por fin llegamos a Dubai, son las cinco de la mañana para nosotros, habíamos salido a las diez de la noche de Madrid. Atravesamos la frontera para salir a Dubai, cómo no, nos registran, se interesan mucho por mi paquete de tabaco, lo huelen, lo manosean, lo miran entre varios esperando encontrar algo más, mientras registran la mochila del modo más pasivo que he visto nunca, se la sudaba. Me pregunta “how long are you gonna stay in Dubai” le contesto “a few hours, we have a plane later today”, decide pasar de mi.

Una vez pasado el control nos sellan el pasaporte y salimos a la zona de llegadas, vamos directos al metro para poder ir al centro a ver un poco la city del petróleo.

El metro mola, nada más entrar nos damos cuenta que de coña nos hemos puesto en la línea que separa un vagón exclusivo de mujeres de uno mixto. Es un metro muy nuevo, mucha población india parece que se dirige a trabajar, serían las ocho y pico de la mañana allí.

Finalmente llegamos a la parada del Burj Khalifa-Dubai Mall, salimos del metro y nos adentramos en un pasaje gigante en el que nos llevan cintas transportadoras durante un kilómetro fácilmente, las cristaleras nos permiten ver el exterior, es un tour además de una galería que comunica el metro con un centro comercial. Fuera no hay un alma aparte de los obreros que trabajan en la construcción de edificios modernos. Todo es nuevo, todo es ostentoso, cristal y metales brillantes que reflejan un sol justiciero.

Llegamos al final de la galería y nos encontramos en un gigacentro comercial con tiendas de todo tipo, desde joyas de marcas de lujo hasta souvenirs tipo imán de nevera. Nos pedimos un café y un croissant y descansamos un rato. Estamos desorientados y cansados, pensamos en salir a la calle a echar un vistazo, la sensación de humedad y calor nos hace no durar más de un pitillo fuera, son las diez de la mañana y parecen las tres de la tarde de un verano de Madrid, pero con la humedad de Santander en invierno. Con una sensación de que aquello no era para nosotros, sumado a lo trambólico del lugar emprendemos la galería de vuelta al metro en modo zombie.

Nos tiramos dos horas por el aeropuerto, hay quien duerme y hay quien se mete en la sala de fumadores, lo más parecido a una taberna de hace años, no se ve a dos metros de distancia. Al final nos toca ir a por el segundo y último asalto con Emirates.

El segundo vuelo es una muestra de lo rápido que nos acostumbramos los seres humanos a algo, ya nada era nuevo, esperábamos ansiosos la comida, de hecho nos pusimos la bandeja en posición mucho antes de que trajeran la comida y las azafatas bromeaban con que las metemos presión, muy amables nos dan un zumito y nos descojonamos un poco, por fin llega la comida, chicken again, otra ensalada, esta vez de cous cous y un postre raruno, da igual todo va para dentro.

Me duermo tan profundamente que podría haber hundido al avión en la corteza terrestre, me despierto y joder, aún quedan tres horas, echo unas partidas con Jorge, unos paseos a ver a Blanca y Keko, una vuelta a ver a Elena en business y a Brezo que lee un mini libro de la historia de Sudáfrica, la parte final nos la pasamos hablando con una azafata rusa, que nos decía que nuestro destino tiene un problema de seguridad, que no es seguro ni para los turistas y que primero tendrían que “figure out their government”. Por fin los neumáticos tocan suelo africano, ya estamos aquí.

Nos bajamos y pasamos por el típico control de pasaporte y aduanas, vamos con el corazón en la boca a la cinta de recogida de maletas, no me cabe en la cabeza como un bulto tan grande ha llegado desde Madrid, se hace de rogar, pero al final llegan todas, salimos a ver si está nuestro driver.

Tenemos una considerable aturdida, llevamos más de 24 horas de viaje, nos recoje Shepperd, un driver muy majete que nos pone música cubana y nos hace un speech de bienvenida a Sudáfrica, es un fiera.

LLegamos al hotel a eso de las once de la noche, sólo queremos una cena y una cama, ambos objetivos se cumplen con creces, una crema de verduras y pollo (otra vez) nos entonan el estómago para echar el primer sueño en este rincón de África.

A las ocho y media vamos a desayunar, no sabíamos lo que nos esperaba, huevos revueltos, bacon, setas a la plancha y tomates cherry con pesto, a tope vamos a por nuestro primer día a Wunderman como un inglés a la obra. Uber van y primer contacto con la ciudad, el día antes la noche cerrada nos impidió ver nada.

El camino hasta la oficina son cinco o diez minutos en coche, durante el mismo veo más vallas y alambradas que nunca, casas de lujo que son cárceles en su propia calle, cárceles en su exclusividad.

Las calles tiene muchos socavones en la acera, por todos lados hay pilas de ladrillos y obras a medio hacer, y muchas cárceles de lujo, todas con nombres ingleses. Poca gente camina, todos van en coche, por fin llegamos a la oficina.

Nos reciben Nick y Chris, pasamos la mañana conociendo al equipo y las oficinas, Nick nos hace una presentación para darnos contexto del proyecto, empiezan a salir los primeros problemas, pasamos el día conociendo gente y por la tarde tenemos una reunión en la que nos enseñan diseños y referencias, empezamos a identificar a Cameron y a Carl, jefes de Desarrollo y Diseño respectivamente.

Descubrimos que hay falta de comunicación entre ellos, UX no hace más que enviar Axures a Diseño, Desarrollo está perdido sin saber qué puede coger, están nerviosos porque quieren picar código, pero nadie les clarifica. Decidimos que tenemos que hacer que UX documente sus diseños y que se comunique más con el resto. A su vez descubrimos que no hay planificación del proyecto alguna. Se quiere hacer una entrega en diciembre pero no está definido de qué, ni hay un plan que lo ilustre.

Cerrando el primer día de trabajo a  las cinco nos vamos dando un paseo a Mandela square para tomar una cerveza.

Es una plaza cerrada a la que se accede a través de una galería comercial. Dentro hay una escultura de Mandela de unos cinco metros, hay mucha gente haciéndose fotos con ella, parece imposible poder hacernos una ya que en cuanto alguien se mueve ya aparece otro grupo preparado para posar. Le pedimos a Keko que nos haga una foto, nos ponemos al acecho para entrar en escena en cuanto un grupo termine de hacerse fotos, es nuestro momento, nos metemos y al girarnos buscando a Keko para mirar a la cámara resulta que se está haciendo una foto con un tío al que le ha llamado la atención un blanco tan alto y con esa barba. Nos descojonamos y le gritamos, ya que hay mucha gente mirándonos esperándo a que nos hagamos nuestra foto, por fin se da cuenta y pide al chico con el que se acaba de hacer la foto que nos la haga al grupo, luego el colega se mete también.

Damos una vuelta a la plaza (es muy pequeña) y nos metemos a tomar una cerveza en el Hard Rock Café, una cerveza local, Castle, nos ayuda a empezar a encontrarnos con el país en el que pasaremos los próximos dos meses.

Tras un par de cervezas (tamaño pinta) nos volvemos al hotel para cenar, Cliff, el hombre que cuida de nosotros junto con Violete, nos ha preparado beef filet. Nos sentamos ante un plato con un pedazo de carne como para tres personas y nos damos cuenta de que en este país se come muy bien.

El jueves tenemos la misión de conocer por fin al equipo de UX porque no estaba el miércoles en la oficina, y de convencerles que tienen que documentar su trabajo.

Tenemos una reunión con Jaco, UX Strategy y con Carl y Cameron, se vuelven a exponer los problemas de falta de comunicación y planificación y decidimos que TCK va a imponer una metodología de trabajo para asegurarnos que el proyecto llega a buen término.

Tras la reunión me dispongo a ir a conocer al resto del equipo de UX, resulta que los tres últimos días de cada  sprint los pasan haciendo tests con usuarios sobre los wireframes que se hayan hecho.

Brezo y yo nos pillamos un Uber y nos dirigimos a la dirección donde están pasando los tests, a medio camino (aunque no me sepa el camino) el conductor me pregunta “¿era el 191 verdad?” le respondo afirmativamente sin saber que la dislexia me estaba pasando una mala jugada. Nos deja en el 191 y vemos que es el Goethe Institut de Joburg, nos llama la atención ya que supuestamente los tests se llevan a cabo en premisas del banco, pero no desconfiamos, buscamos la entrada y vamos directos a la recepcionista que hablaba por el móvil y nos miraba como si supiera que dos guiris perdidos iban a molestarla. Le preguntamos por el nombre de la sala donde se están realizando los tests, mientras que la explicamos que no queremos entrar al test como usuarios sino a través de la sala de observación, lo empeoramos todo, cada vez pone más cara de extrañamiento. Hace una llamada en plan misericordia a ver si alguien sabe algo de esos tests, por su conversación entendemos que su interlocutor tampoco tiene ni idea. Surge la pregunta, “The place is called the Playroom and I googled it and this address came up”, me mira y se gira a su ordenador. Lo busca y me dice, that is on the 119, this is 191. Nos miramos con alegría habiendo resuelto todo el embrollo en el que nosotros mismos nos habíamos metido. Le damos las gracias y le pedimos perdón por la molestia mientras salimos y damos por hecho que llegaremos tarde, quizás para la segunda sesión de la mañana. Nos decidimos a ir andando, pero no sabemos en qué dirección hemos de ir, Brezo se pone a correr para identificar un número de alguna casa que nos indique, justo parece que lo intentamos en un conjunto de edificios que tienen una valla, para variar, y no aparece un número hasta que se hace unos doscientos metros lisos muy ricos. Es en la dirección opuesta hacia donde corría, así que tranquilamente nos vamos dando un paseo.

Cruzar la calle no es fácil, los semáforos (que aquí llaman robots) no dejan claro cuando el peatón puede pasar, si a ello le sumamos que los coches no los respetan tenemos un combo perfecto para que cruzar la calle se convierta en un asunto de vida o muerte en el que se activan todos los sentidos de alerta que puede tener un ser humano. Mirar a ambos lados unas siete veces y te lanzas, pero lo que mejor funciona es seguir a algún local cuando cruza, bajo nuestro propio riesgo.

Por fin llegamos al lugar, entramos y en el vestíbulo del edificio nos mandan a la primera planta, subimos y nos encontramos con un espacio de design thinking en el que hay mucha gente poniendo post its en paneles y discutiendo, nos metemos hasta la cocina y un hombre viene a preguntarnos qué buscamos, cuando se lo decimos nos lleva a la planta de abajo. Allí nos deja en la entrada de una sala muy moderna en la que hay plantas por la pared, nos pide nuestro nombre y que esperemos. Una mujer viene y nos ofrece café y agua, mientras nos servimos uno vemos que vuelve el hombre, le preguntamos si podemos pasar y nos dice que están en medio de un test, le volvemos a recalcar que queremos entrar por la sala de observación y me vuelve a preguntar mi nombre, se dirige a la sala y decidimos seguirle, una vez allí nos colamos mientras pregunta a las chicas que si podemos pasar.

En la sala de test están Vibuthi y Shelby, Shelby está facilitando el test y Vibuthi está en la sala de observación tomando notas.

El usuario es un hombre de mediana edad, con gafas y al cual es jodido entender cuando habla. Le enseñan webs de diferentes bancos y le piden que las puntue según una escala de valores que quieren contrastar, profesionalidad, claridad etc… De pronto le enseñan uno de los diseños que ha hecho Wunderman de la web de Standard, le vuelven a pedir que la puntúe y le reconocen que el test es de Standard.

Después le piden que haga una serie de tareas en unas de las páginas prototipadas, al acabar el test viene Sena, otro de los UX que es originario de Zimbawe.

Son gente muy agradable que parece que saben lo que hacen, sin embargo no tiene mucha calidad ni riesgo lo que están planteando, básicamente están copiando las páginas actuales.

Les comentamos que vamos a tener que implementar una metodología de descripción de componentes, me llevo la tarea en la cabeza para ver cómo lo hacemos.

Salimos y vamos a comer por ahí, le debo un almuerzo a Brezo y lo canjeamos en un sitio muy agradable donde nos metemos un buen sandwich entre pecho y espalda.

Volvemos a la oficina en Uber y la tarde la pasamos pensando cómo afrontar el reto.

Decidimos que tenemos que trackear qué se lleva avanzado desde UX e identificar componentes que hay que describir para que diseño y desarrollo tomen un enfoque modular. Parece que de otro modo no llegaríamos a fechas.

Me paso el resto del día mapeando la nueva navegación que ha planteado Immersion UX, al acabar la jornada tenemos tenemos cervezas en la misma oficina que han organizado para darnos la bienvenida. Descubrimos a más gente, como el hombre de negro, un UX altamente pesimista y desencantado con su vida, así como el Biltong, una carne seca muy rica y adictiva.

Son pocas las horas que llevamos con esta gente pero ya percibo una sensación que tuve en Inglaterra, la de que la gente tiene una cara cuando están sobrios y otra completamente distinta cuando beben, además porque aquí también beben mucho, muy duro y rápido. Uno de ellos hace un comentario un poco racista, se  marcha a casa sin despedirse y al día siguiente nos pedirá perdón…

Nos marchamos un poco asustados del panorama, hay bastante caos y tenemos que currar rápido, sino no conseguiremos impactar positivamente en el proyecto, nos venimos al hotel y nos ponemos todos currar en un excel que nos servirá para trackear módulos y avance del proyecto.

El viernes tenemos una reunión para ver ya algunos de los módulos existente, identificarlos y definir plantillas de página. Parece que les gusta el enfoque y decidimos que al lunes siguiente UX tendrá que reunirse y documentar los módulos que ya se hayan hecho. Después del curro, a las tres vuelve a haber cervezas en la oficina, nos asustan, por lo que aún con cara de cansancio nos tomamos una birra y nos excusamos para irnos al hotel.

Esa noche vamos a cenar al Moyo, un sitio que nos han recomendado como comida típica africana. El local es muy agradable, tiene una banda tocando en directo y muchos camareros con chilabas. Keko le dice al hombre que nos atiende que queremos probar cosas distintas y que elija él. Nos trae una botella de vino de aquí muy afrutado y una bandeja con albóndigas de ternera, samosas de queso y vegetales, unas tartaletas de cola de cocodrilo y un bol de calamares con soja y cacahuetes. Está todo increíble, al terminar le preguntamos si nos va a traer más comida, dice que si queremos algo de carne (se le entiende fatal) y asentimos. Pasa un rato y aparece con dos espadas con carne de ternera hecha a la brasa y dos platos con una pata de cordero hecho al estilo marroquí, además trae otro plato de ternera, nos quedamos flipando, han pasado de cero a cien en dos segundos.

Terminamos con unos postres y decidimos irnos al hotel ya que el viaje interminable aún afecta nuestros cerebros. Descansamos sin alarma por fin.

El sábado vamos a seguir recomendaciones e ir al neighborgood market, un mercado de comida y artesanía en una zona céntrica, nada más llegar se nota la gran diferencia con la zona por la que solemos moveros, casi no hay blancos y hay mucha gente pidiendo por la calle, nos miran raro pero vamos a nuestra bola. El mercado es un concpeto muy moderno, una especie de garaje de coches en dos plantas comunicadas por una escalera, abajo muchos puestos comida (hasta paella) arriba hay ropa y objetos de diseño local. Nos tomamos algo y decidimos salir a dar una vuelta a la zona.

Cuando llevamos andando unos doscientos metros nuestra mente centrada en observar la depresión de mucha gente por la calle se desvía porque oímos unos ruidos que parecen petardos, estamos en un cruce y vemos que la gente mira hacia un lado de una de las calles, vuelven a sonar los petardeos y de pronto suena uno que parece de un arma automática, ipso facto nos volvemos a mirar entre nosotros y decidimos ir por la calle opuesta a la que tiene el jaleo, Brezo se queda pregutandole a una persona qué pasa, acto seguido avanzan por la carretera varios coches tuneados, rollo W Golf con chavales jóvenes que van dando el clacson, parecen bandas, el hombre le dice a Brezo que están celebrando algo. Nos quedamos con el cuerpo un poco cortado, no sabemos, ni sabremos si fueron disparos o qué era, pero nos dio un baño de realidad de la vida de un sitio así.

Cogemos un uber y nos vamos a ver Constitutional Hill, una antigua cárcel que se puede visitar y sobre la que se ha construido algo así como el Tribunal constitucional. Llegamos no encontramos la entrada ni el museo, para variar le preguntamos a alguien y nos sentimos como una pelota de ping pong, Yendo de aquí para allá mientras va a preguntar a otra gente. Por fin saben a lo que nos referimos, nos meten por una pasarela en la que hay mucha gente joven y se oye música de fondo, nos damos cuenta que hay una especie de festival justo en una plaza del recinto previa a la cárcel en sí, nos llevan a la entrada y resulta que por la cara estamos en medio del backstage, decidimos ver la cárcel y después oír un poco los conciertos.

La cárcel es un lugar cerrado hace unos 20 años, en ella estuvieron presos Mandela y Ghandi, era el módulo para no blancos, doblaba su capacidad de internos y las condiciones eran pésimas, nos enseñan las instalaciones y elementos de tortura, llevamos poco en este país pero ya tenemos suficientes indicios para notar que se vivió una auténtica atrocidad durante los años del apartheid.

Tras ver la cárcel nos muestran el tribunal, el edificio se ha construido preservando parte de la estructura de la prisión y con una idea de pasado que no olvidar se han reutilizado los ladrillos que encerraron a muchas personas para construir una pared enfrente de la cual se alza una pared limpia y nueva, alisada y luminosa que quiere representar el futuro, desde un pasado de injusticia hacia un futuro luminoso, veremos si es así.

Salimos del tour y vamos al concierto, suena trap a dolor y somos literalmente los únicos blancos entre unas doscientas personas que están en el público, no nos importa, vemos un concierto empezar y nos dejamos llevar por la alegría y ritmo que desprende esta gente, bailamos un poco y a la hora decidimos marcharnos a descansar, ha sido un día intenso y no tenemos claro si hemos oído tiros o qué.

Keko marcha y quedamos los big five, pasamos la noche en el hotel tranquilamente. El domingo vamos a un centro comercial a hacer unas compras técnicas, algo de comida, champú...el resto del día descansamos para ir el lunes con energía, cenamos una tortilla de patata para que el shock cultural no sea muy grande.