Second round

El lunes aparecemos por la oficina con muchas ganas y dudas, es esa sensación que tienes muy claro qué quieres hacer pero no sabes cómo se lo va a tomar el resto.

Nos reunimos todo el equipo de UX de Immersion y les explico la presentación que queremos usar para documentar los componentes y el excel para el seguimiento.

Se les pone cara pálida, “That´s a lot of work” pero entienden que es lo mejor de cara a sacar adelante el proyecto, poco a poco empezamos a listar los componentes que existen y nos los repartimos para describirlos.

Por la tarde nos reunimos con desarrollo y diseño para empezar a hacer un relevo, los componentes que hemos descrito ya los pueden empezar a diseñar Blanca y Elena, así como las páginas existentes, para poder empezar a dibujar una línea gráfica. Tras ellas el relevo pasará a desarrollo.

Todos parecen muy contentos con la metodología y sentimos que tenemos un rol en el proyecto, buenas sensaciones para empezar la semana.

Esa misma semana nos acercamos al banco a uno de sus Labs, volvemos a percatarnos de lo caótico de este país. Gente de negocio me enseña un prototipo en excel y un MVP marcado con paint sobre una foto de un mural de post its. Really nice.


Epístola de Jorge respecto al párrafo anterior:

Acompañé a Miguel a observar cómo funcionaban los Labs. La reunión fue larguita, y nos utilizaron durante un buen rato como usuarios para ser testeados, y darles algo de feedback. El proceso se llama: “Contratación de un attorney para cuando quieres comprar una casa”. Intento dar algo de feedback a nivel usabilidad y entender al señor que habla como Eminem. Tiempo después de la reu, le digo a Miguel “Te cuento algo tio?... He pasado toda la reunión sin saber qué significa Attorney”. Buenas risas, y una palabra mas para mi vocabulario. Fin de epístola.

También tenemos un workshop para pensar cómo hacer la homepage, la sensación que empiezo a tener es que Immersion tiene mucho conocimiento del banco, más tarde descubriré que son ex empleados de Standard que han montado su propia empresa de UX.

La colaboración con ellos mejora cada vez, pero nuestros compañeros de desarrollo están ávidos de poder empezar a programar. Les calmamos como podemos, nuestras compañeras de visual necesitan unos días para poder hacer algo con sentido.

Las tardes las pasamos yendo a Mandela square caminando, único paseo del día, y allí hacemos alguna compra y nos tomamos una cerveza en las terrazas que hay. Parece un lugar altamente de cartón piedra, pero es lo único que conocemos y podemos ir andando desde la oficina.

Hay que resaltar que un día cenamos African buffet, ya que le pedimos a Clif que nos hiciera alguna cena autnéntica africana, no europea africanizada, el resultado fue muy interesante, mucha verdura asada, pollo relleno y destacar el difícil Papa y Ocra...

El resto de la semana transcurre normal, a mediados Nick nos comenta que va a venir Bellinda del banco a ver el trabajo que están haciendo los visuales ese mismo viernes. Parece muy poco tiempo para preparar una línea gráfica pero empezamos a ver que el cliente manda mucho más de lo que imaginábamos.

La reunión va bien, hay bastante feedback constructivo, se ve que tiene sensibilidad y conoce la materia. Por fin acabamos la semana.

Esa noche vamos a un concierto a The Orbit, un local en el centro de jazz en directo y en el que se puede cenar. Esa noche toca Carlo Momballi, un bajista que por supuesto desconocemos pero el plan nos llama. Nos plantamos allí a las ocho y media casi y nos llevan a nuestra mesa. El camarero muy majo nos toma nota de las bebidas y de la comida. Empieza a traer las cervezas y de pronto irrumpe el grupo en el escenario. Un pianista, una batería, un guitarra y el propio Carlo al bajo comienzan a tocar una melodía muy suave y todo el mundo presta atención. El camarero, que a estas alturas nos ha servido dos de las cinco cervezas, me dice al oído que hay un problema con el cañero, pero que llegarán.

Nos centramos en el concierto, es algo realmente experimental y que a ratos te hipnotiza y en otros momentos desconcierta. A los quince o veinte minutos el camarero aparece con el resto de cervezas, mientras tanto Momballi sigue haciendo de las suyas, de repente sube un hombre al escenario y comienza a cantar, tiene una voz increíble y entona una melodía africana…nos sumerge aún más en este continente y atendemos a su canto.

Cuando el grupo decide hacer un descanso el camarero trae la cena, es un buen detalle de respeto a la misma el hecho de que no sirvan comida mientras se toca. Pero el hambre apura así que le hincamos el diente a las hamburguesas, menos Brezo que se ha pedido unos tortellinis de cordero.

Cuando aún estamos masticando se vuelven a subir al escenario Momballi y los suyos y nos vuelven a meter en una peli de David Lynch a la africana, nos pasamos el resto de la velada entre boquiabiertos y extrañados.

Al terminar bajamos a la planta de abajo porque hay una sesión de vinilos a cargo de un tal Boeta Gee, el cabrón tiene un repertorio de afro funk cojonudo, y decidimos quedarnos a tomar una copa a pesar de que el local está medio vacío. Menos Elena que se soba viva y se pilla un Uber back home.

Nos tomamos la copa en la terraza mientras vemos a la poca gente que hay bailar y disfrutar, en este país se disfruta mucho, la gente sonríe y se gastan bromas, tienen buena actitud. Hemos pedido unas copas realmente extrañas, son gin tonics pero les han hechado no sé qué hierbas y angostura y realmente parece un repelente de mosquitos, lo peor es que a los dos tragos ya entra bien, maldita capacidad de adaptación.

Nos animamos a darnos una vuelta por el bar y bailamos un poco, llevados por el ritmo de esta gente, al acabar la segunda copa decidimos volver al hotel ya que el sábado tenemos un día completo.

Hemos quedado a las diez con Joe, un conductor de la empresa que nos va a llevar al Rhino and Lion park, el plan lo habíamos comentado en la oficina y se une Carl, el jefe del equipo de visual. Joe nos confirmó la hora y lugar de recogida con un SMS que decía “THANXS MAGEN” que se ha vuelto viral.

Una vez estamos todos listos salimos para allá, tras unos 45-50 minutos de ruta llegamos al parque, pagamos la entrada y nos metemos con la furgoneta a ver qué animales nos encontramos, lo primero que vemos son una especie de antílopes y cebras. Poco a poco nos vamos moviendo por el camino marcado y nos encontramos con una manada de perros salvajes comiendo unos costillares que los responsables del parque han tenido a bien darles, pasan de los coches totalmente, y el espacio es amplio pero está vallado

Después pasamos a un segundo recinto y nos encontramos con unos cheetas haciendo lo mismo, por el otro lado de la verja una familia de leones parecen seguir un camino muy definido, pegaditos a la verja por donde pasan los coches…

Tras ver a todos estos hermosos felinos en un espacio y entorno un tanto maleado vamos a las cabañas que hay cerca de la entrada para poder estar junto a crías, nos metemos en un espacio con dos tigres blancos de cinco meses, son como gatos pero del tamaño de un mastín, juguetones y pasotas, Brezo pone la pierna donde no debe y uno de ellos le hinca el diente, sangra un poco, pero la hazaña la ha valido convertirse en una leyenda.

🕊 Epístola de Brezo respecto al párrafo anterior:

La realidad es que Blanca, fotógrafa del grupo bajo la promesa de que “algún día” subirá todas las fotos de la cámara al Drive, me indica que me sitúe al lado del felino. Yo, que soy una víctima de Instagram, accedo inocente sin saber que minutos después tendría las fauces del tigre en mi carne morena. Lo de “sangrar un poco” es un eufemismo de “ágil y valientemente, se desprende de los dientes de la bestia, evitando males mayores de lo que podría haber, fácilmente, acabado en la pérdida de una extremidad”.

Después de un par de selfies con los tigres nos damos una vuelta por el resto de jaulas y confirmamos nuestras sospechas, estamos en el sitio típico en el que los animales son una atracción, y más que estar en su entorno como nos habían dicho están para ser expuestos, vemos gatos salvajes, pumas, leones y hasta un tigre de bengala pero no en las mejores condiciones.

Salimos sobre las tres con mucha hambre, nuestro compañero y guía Carl nos lleva a una terraza a unos 30 minutos en coche para comer. Es un bar cerca de un lago, pedimos unas buenas raciones de carne y sorpresa la camarera nos ofrece un chupito que se llama Sowetan toilet, por no hacer un feo le decimos que los traiga, sólo verlo se retuerce el alma.

El problema es que estaba bueno, después nos vamos a ver una presa, estamos en una zona que se llama Hartebeespoort Dam, es un área turísitca para los locales, la presa tiene unas vistas guapísimas y nos hacemos unas fotos.

Después, y aún calientes por las cervezas de la comida y el Sowetan toilet, les pedimos que nos lleven a algún sitio cerca a tomar otra cerveza. Joe y Carl nos llevan a un bar de carretera, con mesas en una zona abierta cubierta por lonas, parece un sitio de pueblo y hay una mujer cantando country en Afrikaans. Se nota que es un lugar para el disfrute de los descendientes de europeos, casi todo el mundo es blanco menos los camareros y hay un ambiente a rancio difícil de describir.

Al terminar las cervezas nos damos cuenta que ya vamos más que contentos y que nos queda una hora de viaje, pedimos unas botellas para llevar al camarero que nos dice que no puede, pero Carl le ofrece algo de dinero y asiente. Nos ponemos en ruta de vuelta a Johannesburgo y me toca el “short gun” así se llama al asiento del copiloto, voy comentando con Joe un poco la vida aunque la conversación no fluye.

Tenemos que hacer una parada técnica en una gasolinera y aprovechamos para fumar un cigarro, Brezo the brave se lleva unas patatas fritas y seguimos en ruta.

Por fin llegamos a una zona que se llama Greenside, nos despedimos de Joe y quedamos con él al día siguiente a la una, necesitaremos descansar.

Supuestamente Greenside es una zona de bares animada, una vez allí constatamos que es de bares, pero lo segundo no tanto. Entramos en un sitio con escaleras, nos tomamos unos jaggers y pedimos una cerveza, estamos en una especie de bar de sishas marroquís, la gente está sentada fumando, tomando algo y charlando, y el dj pincha trap. En el bar se puede fumar, back to the past.

Ya que la zona está bastante muerta cogemos un uber que Carl para a dedo, esto es, se lo quitamos a otra pesona, cosas de aquí, y nos vamos a Mellville, otra zona en la que hay una calle de bares.

Llegamos y se nota mucho más ambiente, es una calle con bares a ambos lados y mucha gente yendo y viniendo. Nos metemos en uno que parece más un sitio de picar algo, el espacio está ocupado por una enorme barra central en forma de rectángulo que acoge a gente en todos sus lados, nos vamos al fondo que parece que hay hueco.

Pedimos más cervezas y nos mezclamos con gente, conocemos a Atif un chico de aquí y a una chica que habla un poco de español, entre canción de Bon Jovi y algo más bailongo siguen cayendo birras hasta que en un momento dado Brezo cruje, llevaba un ritmo muy alto y la mordedura de tigre pasa factura...la metemos en un uber y seguimos en ese bar hasta que nos decidimos ir a otro enfrente.

Este segundo es mucho más una discoteca, pequeña, pero es un tomacopas, nos pedimos algo y podemos fumar again, así que allá vamos, exploramos el bar y nos encontramos con una zona con unas estanterías llenas de libros, creemos que son de mentira pero Jorge coge uno, es real, lo abre y maravillas del destino nos encontramos con que es el principio de una sección que se llama “Spanish architecture” obviamente esto nos da mucho juego y nos descojonamos un rato…

Salimos fuera a tomar aire a la terraza y entre que nos fumamos un pitillo el sitio cierra, no nos dejan volver a entrar y Carl está dentro, se viene a dormir al hotel así que pedimos al puerta que nos deje pasar a uno a por él. Elena se aventura y a los pocos minutos aparece con él y con unos tequilas que el descerebrado ha tenido a bien comprar para todos, hacemos como que nos nos ve y los metemos todos en un vaso que había en una mesa, pedimos un Uber para volver a casa.

La furgo nos deja en el Hamilton, de camino Jorge nos enseña canciones religiosas de su colegio, acabamos todos cantando Dios es amor.

Llegamos al hotel, comporbamos que Brezo está sana y salva en su cuarto porque no contestaba al móvil, todo ok, nos abrirnos una cerve y Blanca empieza a entrar en pánico porque se ha dejado el iphone en la van. Empezamos a llamar al conductor y nos da largas porque dice que lleva clientes, que nos llama en cuanto pueda mirarlo.

Blanca intenta localizar su iphone con su portátil mientras nos dice que: claro no funciona porque está en modo avión, pero la contestamos que no puede ser porque el móvil da señal, tenemos una interesante conversación entre la diferencia entre modo avión, no tener datos y apagado, seguimos llamando al driver, a veces nos coje, otras no, en un momento en el que me salió su contestador le deje un mensaje “We need to talk to you, we have a 1000 rands” entre risas y tensión seguimos intentándolo hasta que por fin el hombre nos llamó con una pregunta “Which color is the phone?” Le contestamos con el color acertado y nos dijo que lo tenía, intentamos que viniera (eran ya sobre las 4) y nos dijo que no, que se iba a dormir una hora a casa, o eso entendimos, y que venía a las siete de la mañana a traerlo. La siguiente lección para Blanca fue a poner la alarma con el Android de empresa, a todo esto Carl se había dormido en un sofá de recepción.

Cuando íbamos a acostarnos nos percatamos que no podía quedarse ahí toda la noche, así que “Carl, Carl” le despertamos, “We need to hide you” su cara de borracho recién dormido y despertado no daba crédito de lo que le decíamos, “We need to hide you cause they will charge us 700 rands if not” asintió y como un corderuco lo llevamos hasta el cuarto de Brezo, el precio de ser mordida por un tigre y agarrarse un pedo de león, y le tiramos en la cama. Salimos de la habitación y nos dolía la tripa de la risa.

A la mañana siguiente nos levantamos y Carl ya se había ido, con una considerable resaca sudafricana nos fuimos desperezando hasta que llegó el momento de ir a Soweto con Joe.

Nuestro objetivo era ver la casa de Mandela, se tarda un rato en llegar a Soweto desde Sandton, donde vivimos.

Se nota que los blancos querían a los negros lejos, 45 minutos en coche y llegamos a la zona, es una calle de casas unifamiliares bastante sencillas, pero se ven muchos turistas.

Nos dirigimos a la casa y mucha gente intenta venderte souvenirs, tienen puestecillos semiimprovisados en las aceras. Por fin damos con la casa, compramos las entradas y una mujer nos hace de guía con muy pocas ganas. Básicamente dio al play en su cerebro y nos contó la vida y milagros de Nelson en unos cinco minutos, a su vez nos llevó por las estancias de la casa, muy pequeña y nos enseñaba trofeos en vitrinas.

Da la sensación de ser algo realmente manipulado de cara al turista, algunos elementos son de la casa original, pero todo parece una reconstrucción de peli de serie b alemana.

Con la misma salimos y nos despedimos de Soweto con el cántico que dos chavales nos cantan por la calle pidiendo algo de dinero “Welcome to Soweetoo Welcome to Soweetoo”

Nos alejamos de la zona y vemos muchos niños y niñas vestidos de adultos pidiendo en los semáforos, una práctica más que habitual aquí. Las niñas llevan tacones, van con vestidos y tienen relleno en el culo y las tetas. Preguntamos a Joe por qué lo hacen, nos dice que es un día al año que es justo ese, nos miramos extrañados.

Volvemos a la ciudad y nos lleva a una zona industrial reconvertida a cultureta, mercados de comida y productos de diseño en una nave industrial, Maboneng parece un pequeño hervidero de artes,  tiene bastante encanto, pero nuestra resaca tiene más. Nos volvemos al hotel después de comer algo de un puesto.

El resto del domingo lo reposamos como mejor podemos, tenemos que estar fuertes para el segundo lunes en Sudáfrica.